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28 de Septiembre de 2025
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Amós 6: 1, 4-7; Salmo 146; 1 Timoteo 6: 11-16; Lucas 16: 19-31
Domingo
XXVI
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2. -- P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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Charlie Johnson OP <cjohnson@opsouth.org>
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"PRIMERAS IMPRESIONES"
Domingo 26 -C-
28 de Septiembre de 2025
Amós 6: 1, 4-7; Salmo 146; 1 Timoteo 6: 11-16; Lucas 16: 19-31
Por: Jude Siciliano , OP
Queridos predicadores:
La parábola de hoy del hombre rico y el mendigo Lázaro nos recuerda que los pobres que necesitan nuestra ayuda no están lejos ni fuera de la vista. No son solo noticias de periódico ni fragmentos de noticias de televisión. Como Lázaro —cuyo nombre en hebreo significa "Dios ha ayudado"—, están a la vuelta de la esquina. Y, como el hombre rico, no podemos evitar verlos, pues nos cruzamos con ellos cada día en nuestro ir y venir.
Esta parábola resalta una de las grandes preocupaciones de Lucas: los pobres y el llamado a la justicia social. Una y otra vez en su evangelio, Lucas plantea la cuestión del dinero y las posesiones. Los padres de Jesús eran pobres; cuando lo llevaron al Templo, ofrecieron el sacrificio de los pobres, una tórtola (2:22-24). Jesús advirtió repetidamente sobre los peligros de la riqueza (6:20-26). Recordemos la parábola del hombre rico con su abundante cosecha que construyó graneros más grandes para almacenar sus bienes; Dios lo llama necio (12:16-21). La parábola de hoy del hombre rico y Lázaro culmina la enseñanza de Lucas sobre el dinero.
Observen un punto sutil pero importante: Lázaro es el único personaje en todas las parábolas de Jesús que recibe un nombre. No es "un pobre cualquiera" ni "el mendigo de la puerta". ¡Es Lázaro! Es como si Jesús dijera: "Acérquense a los pobres para saber sus nombres. No los miren de lejos y simplemente sientan lástima por ellos". Nuestra respuesta debe ir más allá de un cheque ocasional para los pobres necesitados.
La parábola rebosa de contrastes. El hombre rico se viste con ropas de púrpura y lino fino, símbolos de lujo. Lázaro está "vestido" de llagas. El hombre rico festeja a diario; Lázaro anhela las migajas de su mesa. El hombre rico es enterrado con dignidad; Lázaro es llevado por ángeles. ¡Con todo su dinero, el hombre rico jamás podría permitírselo!
Este no es un cuento antiguo y pintoresco. La brecha entre ricos y pobres sigue ampliándose, creando injusticia e inestabilidad en nuestro mundo. Un pequeño porcentaje de la población mundial controla una enorme riqueza. Oxfam informa que el 1% más rico posee más que miles de millones de personas en la base. Mientras tanto, la inflación mina los salarios mientras las familias luchan por pagar la vivienda, la atención médica y la educación.
La parábola también habla de la desigualdad entre las naciones. Los países en desarrollo están sobrecargados de deuda, mientras que las naciones ricas controlan los recursos. La desigualdad genera resentimiento y división en todo el mundo.
El papa Francisco advierte con firmeza sobre esto. Habla de la «globalización de la indiferencia», en la que la prosperidad apaga la compasión, dejando a los marginados invisibles e inauditos: Lázaro en la puerta, ignorado a diario por el hombre de púrpura. Para el papa, abordar la desigualdad no es una caridad opcional; es una obligación moral, especialmente para los cristianos.
Desde el inframundo, el hombre rico clama a Abraham en busca de ayuda. ¡Fíjense: conoce a Lázaro por su nombre! Lo había visto a diario, pero lo ignoraba. Incluso en el tormento, el hombre rico se mantiene arrogante, pidiéndole a Abraham que le ordene a Lázaro que lo sirva. Sigue tratándolo como a alguien a quien dar órdenes. Abraham deja claro: el hombre rico no está allí por mala suerte. Está allí porque no actuó con compasión. Su indiferencia lo puso donde está.
Entonces, ¿qué debemos hacer? Algunos pueden renunciar a sus posesiones e ir a tierras lejanas para servir a los pobres. Pero la parábola nos recuerda que los necesitados están tan cerca como nuestra propia puerta, nuestro trabajo, nuestra escuela, nuestro hogar. ¿Quiénes son los forasteros a quienes debemos acoger en nuestro círculo? ¿Quiénes a nuestro alrededor cargan con las heridas de heridas o negligencias pasadas? ¿Pueden nuestras palabras y nuestro cariño sanarlos?
La parábola habla de un gran abismo entre el hombre rico y Lázaro; un abismo no geográfico, sino de relación. Lázaro no pudo cruzarlo; solo el hombre rico pudo. Él tenía el poder de salvar la distancia con compasión, pero decidió no hacerlo.
Y entonces, nos preguntamos: ¿Dónde está Lázaro hoy? Está en las noticias de la noche, en YouTube, en los titulares:
En Gaza, más de 500.000 personas corren el riesgo de morir de hambre.
En Sudán, la guerra civil ha dejado más de 150.000 muertos y millones de personas padecen lo que algunos llaman la "mayor crisis de hambre mundial".
Las hambrunas persisten en Yemen, Haití, la República Democrática del Congo, Etiopía y otros lugares.
Muchas de estas crisis no se denuncian ni reciben financiación suficientes. El mundo necesita una acción urgente y coordinada.
Esta parábola no está nada pasada de moda. Lázaro sigue en nuestra puerta, esperando ser atendido y ayudado. Si lo ignoramos, nos arriesgamos a correr la misma suerte que el hombre rico.
Haga clic aquí para obtener un enlace a las lecturas de este domingo.
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/092825.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>
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